En el corazón de Querétaro, el dos de noviembre se convierte en un día donde las almas y las tradiciones se entrelazan, y las tumbas en los panteones se visten con afecto, como si fueran un lienzo en blanco esperando ser adornado, con flores que destilan colores y fragancias, las tumbas florecen con vida y recuerdos.
En el Panteón Cimatario, en la zona céntrica de la ciudad, las familias, como custodios del tiempo, se reúnen para limpiar cuidadosamente las lápidas, como si estuvieran puliendo las historias de aquellos que yacen en su descanso eterno. El aroma de la comida preferida de los difuntos se mezcla en el aire, como si las almas pudieran saborear la ofrenda. La música resuena en el aire, como un eco de tiempos pasados, mientras mariachis y grupos de danzantes llenan el día con melodías que solían alegrar el corazón de los ausentes.
Dos mundos
Las oraciones y los rezos se elevan, como si fueran puentes invisibles entre dos mundos, donde las familias comparten anécdotas, risas y lágrimas con sus seres queridos fallecidos, como la señora Ana María Rayas, quien apenas este primero de noviembre enterró a su mamá, en el mismo espacio en el que están los restos de su papá. Por lo que este día toda la familia se reunirá para ofrecerle un rosario.
“Hoy vinimos a visitar al tumba. Ayer enterramos a mi madre pero ahí también está mi padre. Entonces es la tumba de nuestros padres. No vivo aquí, vivo en Estados Unidos, pero mi familia sí, casi cada domingo están aquí con mi papá, ahora con mi mamá. Somos 15 hijos, 27 nietos, 28 bisnietos. Van a venir ahorita a la 1 a rezar un rosario por ellos”, comentó.
Preservar tradiciones
Para Beatriz Hernández es importante preservar esta tradición con adornos para la tumba, recordando historias de su esposo que tiene cinco años de fallecido y que es visitado cada fecha especial, en su cumpleaños, en el día de muertos y en su santo, porque no quiere que sea de los difuntos olvidados a los que nadie visita.
“Cuando no vienen ellos venimos nosotros, más en estas fechas especiales. Mi hijo le hizo una cruz y unos arreglitos. Nosotros les trajimos flores para acabarlo de adornar y esperar a los parientes”, compartió.
Todas las tumbas son atendidas con cariño. Algunas, en cambio, yacen abandonadas, como si la memoria se hubiera desvanecido. Avisos de exhumación anuncian un destino olvidado, como capítulos olvidados en un libro. Este año el municipio de Querétaro colocó 4 mil avisos de este tipo solicitando que los familiares retiren los restos, pues el permiso que otorga el Registro Civil es de solo seis años. En Querétaro, el Día de Muertos es una danza entre la vida y la muerte, donde el amor y la memoria se entrelazan en un rito que trasciende el tiempo, un tributo conmovedor que muestra que, en esta tierra, las historias nunca mueren.